Bárbara Himmel

"Habìa dejado caer sus impolutos pàrpados justo, en el preciso instante en el que era incipiente que èl saliera. El viento càlido del norte le alborotaba los cabellos, y sus rizos dorados se columpiaban con el amanecer, al tiempo que ondulaba la dehesa, que con su mano derecha imperceptiblemente acariciaba provocàndole un agradable estremecimiento. Apenas ostensible, una mueca de place r se instalaba en su boca, sus mejillas se sonrojaban. Su capacidad de disfrute era envidiable; Sus sentidos a flor de piel aguardaban por èl. A lo lejos el horizonte y el pièlago que los separaba parecìa no importarle. Ya percibìa su abrazo tibio, el dulce roce de su tacto. Sùbitamente un aire frìo recorre sus sienes; un escalofrìo le roba su blanca geografìa; un estruendo sordo la deja sin sentido; la boca le sabe a agua, siente el inconfundible olor a la tierra mojada y repentinamente una làgrima se desliza por su mejilla; sus ojos llueven tristeza...Presiona fràgil pero fuertemente su mano

"Cómo duele el agua que horada los cuerpos; sopor insondable que aglutina tardes aturdidas de hambre... Miscelánea donde crepitan los huesos anochecidos, y vagan en los sueños las mentes intactas de los esqueletos... Solapada hegemonía de la carne, donde los corazones lloran por la herida y sangran el latido lastimero de la vida."

"Secuestré (tiempo), qué ilusa! el reloj oprime las horas... mis ojos, te madrugan... mi boca queda muda. Escuchas el silencio? Recuerdas haber pasado noches, pateando lunas? ...Y hoy, cazando soles voy amarrando estrellas a mi esqueleto, que me acuna..."